Decía Karl Marx que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Como es público y notorio, el economista alemán se olvidó de que la capacidad de predicción de las ciencias sociales no es igual a la de las ciencias de la naturaleza. Sus predicciones, que por otra parte tanto condicionaron la Historia del Siglo XX, tienen el mismo valor científico que las profecías de Nostradamus.
Me ha venido esa cita a la cabeza a raíz de los comentarios oídos/leídos/vistos estos días a raíz del comienzo de la guerra en Libia. Ese perfume determinista del marxismo más trasnochado lo huelo en muchos de los comentaristas/columnistas/tertulianos políticos a los que les ha faltado tiempo para denigrar al gobierno de Rodríguez Zapatero y en general a todos los que salimos a la calle esos días de la primavera de 2003 para manifestar nuestra oposición a esa guerra.
Las circunstancias de una y otra guerra no pueden ser más distintas. En la de 2003 no se contaba con el beneplácito de la ONU, no se llegó a demostrar la existencia de la amenaza que la guerra quería atajar (armas de destrucción masiva), y el liderazgo de la operación fue claramente atlántica. La de 2011 viene tras una resolución de la ONU, tras un clamor de la opinión pública internacional a favor de la intervención, y con un liderazgo francés (con EEUU en la sombra y queriendo salir antes de empezar), y por tanto, europeo a pesar de las reservas (preelectorales) alemanas.
Equiparar la imagen del trío de las Azores con la foto de familia, seguro que se precisó un gran angular para sacar a todos sus integrantes, del sábado pasado en París es sencillamente faltar a la verdad.
Lo que más me preocupa es que un linchamiento a todas luces tan injusto pueda provocar una resurrección de las expectativas de reelección del presidente del gobierno más inepto que hemos tenido en estos treinta años largos de democracia. La capacidad del personaje en cuestión para reinventarse es ilimitada.
No hay nada mejor que mentir tomando a los ciudadanos por tontos para provocar una movilización justamente al contrario de lo que se pretende. Y si no recuerden la genial estrategia del gobierno Aznar tras el horroroso atentado del 11 de marzo, que en lugar de atender a lo que dicta el sentido común se empeñó en rentabilizar electoralmente el atentado atribuyéndoselo a ETA contra viento y marea, lo que puso la victoria en bandeja al PSOE, una victoria que hoy todavía no se deben terminar de creer. No quiero ni imaginar lo que representaría para España una tercera legislatura de Zapatero en el poder, compartido este con la voracidad nacionalista.