En este principio de año 2010 las noticias económicas definitivamente han podido con las meteorológicas, que fueron las grandes protagonistas del final del año pasado. Ojalá pudiéramos seguir hablando del tiempo, y mira que los fundamentalistas del cambio climático se llegan a poner insoportables, pero la realidad manda y ante la sucesión de datos negativos en la economía española , y, sobre todo, de la errática actuación del Gobierno de España, no queda más que comentarla. El nuevo dato, sobresalto, de la semana es que ante el cariz de los acontecimientos, fuera de España se comienza a dudar seriamente acerca de nuestra solvencia a corto plazo.
Al Gobierno se le acaba el tiempo. Mi resumen de esta media legislatura es sencilla. Rodríguez Zapatero y sus voceros plantearon una campaña electoral basada en negar la evidencia de la crisis. Cuando el deterioro de la situación económica hace imposible esa impostura, se huye hacia delante apelando a la unidad nacional para salir de la situación y, de forma tramposa, se intenta colocar a la oposición y opinión pública crítica una imagen de poco patriotismo por no apoyar esta inescrutable llamada a la unidad que en realidad no tiene detrás ningún cambio en la política económica. Se hace evidente que no se pretende enmendar ni un ápice dicha política con una frase que pasará al inventario de la infamia: "La salida de la crisis será social o no será". Encarar una situación nunca vista, como es la crisis actual, con prejuicios propios de un pseudomarxista (poco leído, además) de la segunda mitad del siglo pasado, es demasiado para Pedro Solbes que se baja del barco harto de que sus recomendaciones sean desoidas en el Consejo de Ministros y de taparse la nariz ante políticas neo-keynesianas de todo a cien, como el inefable Plan E. Primera crisis de gobierno cuando apenas se lleva un año de legislatura. Optamos por ministros más cómodos en puestos claves, y para enviar una señal de austeridad a la sociedad se conservan los diecisiete ministerios y aún se añade una tercera Vicepresidencia. A partir de ahí, todos agrupados contra la derecha, empresarios y críticos en general, se habían propuesto pasar, entre dimes y diretes de consumo interno y manejando la propaganda como nunca, el resto de la legislatura confiando en que las tendencias suicidas de la oposición y un viento económico impredecible pero favorable, asease mínimamente la situación con el tiempo suficiente como para encarar las elecciones de 2012 con posibilidades de éxito.
Pero el tiempo ya se ha acabado. Porque la falta de credibilidad del gobierno ya no es de consumo interno, la cuestión ahora es que Europa (Alemania y Francia) y las instituciones económicas mundiales han dejado de creer en que este gobierno, esta forma de gobernar, se pueda mantener siquiera hasta que amaine el temporal y exigen un cambio de rumbo inmediato. Y a partir de ahí, en poco más de una semana, este gabinete ha comenzado a lanzar globos sonda indicativos de que la salida de la crisis ya no será tan social. Fruto de ello, a Zapatero ya no le cree nadie. Ni a su izquierda, que le exige que se mantenga en su impostura y asiste incrédula a la subasta de derechos sociales por horas. Ni a su derecha que contempla impasible como se hunde y ni siquiera por un arranque de patriotismo le va a dar una oportunidad de resucitar, vía moción de censura. Ni fuera, porque el personaje en cuestión ha dado muestras más que suficientes durante estos seis años de que su palabra no vale nada y esto en politica exterior se paga. Ni dentro, porque a estas alturas de legislatura (aunque no hayamos llegado a la mitad de la misma) sólo sus voceros incondicionales, Leire Pajín y pocos más, siguen creyendo que Zapatero sea capaz de dar solución a algo.
Ante esta tesitura, y dado que la dimisión, sea por motu propio, o impuesta por un partido centenario pero más anestesiado que nunca, no entra dentro de las posibilidades reales, creo que es obligatorio por parte de la oposición presentar una moción de censura en el Parlamento. Esta moción, independientemente de que salga adelante o no, es absolutamente necesaria para que, tanto fuera como dentro de España, se tenga en cuenta que el cambio de rumbo real es posible. Y para que cada diputado y partido político se retrate en la moción de confianza posterior.
Está en sus manos, sr, Rajoy.